Dice Sabato: “esa aplastante tragedia que es el pensamiento único”.
Efectivamente, este pseudopensamiento (el verdadero pensamiento jamás pretende
ser definitivo) aplasta la vida, diversa y compleja, y le impone una
serie de sofismas que la limitan, transformándola en un fenómeno siniestro,
auténtica tragedia, donde el ser humano queda reducido a una abstracción, con
las características propias de un objeto, condenado a producir y a consumir.
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