miércoles, 20 de febrero de 2013





Tengo delante el libro de Ernesto Sabato que estoy leyendoEspaña en los diarios de mi vejez” junto a una fotografía en la que aparecen reunidos Sabato y Videla, también está Borges… Fue tomada el día que Sabato y Borges almorzaron con Videla, dos meses después del golpe de Estado. Tras dicho almuerzo Sabato declaró que había encontrado a Videla “respetuoso, inteligente y culto”. Hay días en que es mejor no levantarse… Los grandes hombres cometen grandes aciertos y grandes estupideces, porque se mueven en ámbitos donde todo lo que allí se hace tiene gran relevancia. Cualquier patinazo, te acompañará de por vida,  sobre todo en la memoria de los mezquinos... Tengo amigos argentinos en Facebook: Ernesto, Laura, Miguel, entre otros. No me gustaría herirles con mis palabras.  Por ello, voy a preguntar más que a opinar. Cuando vemos en el escaparate de una librería un libro de Sabato, ¿identificamos a este escritor con los presupuestos ideológicos  de la infame junta militar argentina? ¿No tenía conocimiento José Saramago de esta lamentable fotografía y sus no menos lamentables palabras de encomio a la bestia Videla? Claro que tenía noticia, tanto de la foto como de las estúpidas palabras, pero ello no le impidió venir expresamente desde Nueva York hasta Madrid y considerar un honor proclamar la laudatio en el solemne acto de investidura como Doctor Honoris Causa de Ernesto Sabato por la Universidad Carlos III; tampoco le impidió fundirse con él en un abrazo de hermanos. ¿Las pocas horas que duró el encuentro con Videla pueden compararse con la miles de horas que Sabato dedicó, hasta el último de sus días, de sus casi 100 años, a defender por todo el mundo la dignidad del hombre, su esperanzada lucha por potenciar lo más noble que hay en él? Yo creo que un ser humano es un poliedro, un ser contradictorio, con luces y sombras. En un hombre de la talla de Sabato todas estas características se multiplican considerablemente. Lo único que yo conozco que tenga forma humana y no sea así, se llama estatua. Por ello, creo que ganamos más intentando comprender, que juzgando estúpidamente.

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