Tengo delante la fotografía de uno de los infernales barracones del Campo
de concentración de Buchenwal. Cuando este campo fue liberado por las tropas
del general Patton, éste quedó tan horrorizado de lo que allí encontró que ordenó
traer a mil ciudadanos que vivieran en las cercanías del Campo. Cuando esas
personas llegaron y constataron las humillantes condiciones donde se pudrían los
prisioneros que acababan de ser liberados unas pocas horas antes, empezaron a
excusarse, repitiendo una y otra vez:” No sabíamos, no sabíamos”. En ese
momento, sin ellos saberlo, se estaba abriendo el fascinante, a la vez que repugnante,
debate sobre la complicidad, por acción u omisión, del pueblo, de la “buena
gente”, con los desmanes ordenados por ese botarate criminal, llamado Adolf Hitler. Qué triste que esta complicidad se haya
repetido a lo largo y ancho de este mundo con otros dementes que han ostentado
el poder.
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