Me encanta charlar con las personas que me encuentro por la calle, pero
muchas veces me pone los pelos de punta comprobar que la gran mayoría de estas
personas con las que converso son incapaces de justificar racionalmente sus opiniones.
Y no estoy hablando de cuestiones de gran calado filosófico o político; hablo
de cuestiones cotidianas. Me estremezco cuando comparten conmigo su parecer
acerca de cualquier asunto, porque constato que carecen de la más elemental
conciencia de lo que es argumentar. Me sueltan sus opiniones sin ser capaces de
explicar qué les lleva a decantarse por una determinada opción, y no por otra.
Todas sus opiniones suelen ser frutos de un árbol podrido: el tratamiento
informativo por parte de la televisión. Este mismo referente televisivo a la
hora de formar sus opiniones lo tienen personas de la más diversa índole, da
igual su nivel formativo o cultural… Me duele tener que reconocer que las
personas que conozco que adolecen de este gran defecto son legión.
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