miércoles, 20 de marzo de 2013


Mi padre fue cartero durante 35 años. Un trabajo duro, con frío, calor, lluvia…Además de un excelente trabajo, hizo un sinfín de favores a los usuarios del servicio, a los que les llevaba el correo diariamente, porque dichos usuarios pasaban a ser amigos, y mi padre sabía que una carta puede ser mucho más que un simple papel. Por ello, una vez jubilado, la gente lo buscaba para que hiciera gestiones en la oficina de correos, averiguando por qué aún no habían recibido cartas que les resultaban muy importantes, como podía ser una citación judicial, y otras de similar importancia. Mi padre tenía en mente los rostros, con nombres y apellidos, de miles de personas, porque para él no había correspondencia, sin más, sino situaciones familiares que recibían una correspondencia concreta. Nadie elogia la memoria de mi padre por quedar bien; siempre hay  varios hechos concretos que respaldan cada elogio. Como la mujer que me he encontrado esta mañana por la calle. Su hijo estuvo varios años en prisión. Después de darme el pésame, ha recordado, llorando, las veces que mi padre le leyó las cartas que le enviaba su hijo desde las distintas cárceles en las que estuvo preso…Mi padre nos enseñó, a mi hermano y a mí, el valor de las cosas importantes sin abrir la boca, solo con su comportamiento. 

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