sábado, 27 de abril de 2013


Para Saúl

En el pasillo, tumbado en la camilla, espera a que lo lleven al quirófano: le van a realizar un trasplante de riñón. Recuerda a Saúl, pletórico y dichoso, tirándose por el tobogán. Recuerda el último aforismo que escribió en su blog: “Ser agradecido es un don que solo tienen los más nobles”. Una auxiliar se acerca y lo anima: “Todo va a salir bien”. Al rato, viene otro auxiliar, que se encarga de trasladarlo al quirófano. “Por fin”, piensa. Una vez dentro, lo trasladan a la camilla de operaciones, y un enfermero le pregunta: “¿Cómo te encuentras?”. Él responde: “Estoy un poco nervioso, y tengo frío”. Le tapan las piernas con una manta. Da las gracias al enfermero. Una enfermera guapísima le anuncia: “No te preocupes, no te vas a enterar de nada”. Siente el deseo de besarla. Mira la sofisticada lámpara que pende sobre su cabeza, y piensa que parece sacada de una de esas películas de ciencia ficción que resultan tan previsibles: yanquis contra alienígenas. Sonríe. Le colocan una mascarilla. Al cabo de unos segundos, empieza a perder el conocimiento. Ve a Saúl, exultante, haciendo castillos de arena…

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