miércoles, 10 de abril de 2013


Voy leyendo una selección de textos del Quijote en el autobús. Se sienta a mi lado un amigo. Me pregunta:
-Ginés, ¿qué lees?
-Una selección de textos del Quijote.
-Ya sabes que yo lo aborrecí en bachillerato. Me obligaron a leerlo en dos semanas. Yo tenía catorce años.
He oído esta triste historia decenas de veces. Tantas veces la he oído que me suena a programación intencionada, malintencionada, mejor dicho. ¿En qué consiste la mala  intención? Pues sencillamente en que el alumno aborrezca la lectura, con todo lo que ello implica para su futuro como ciudadano. Un ciudadano que no lee es un ciudadano mucho más manipulable y, consiguientemente, más indefenso. Cuando se tiene que acercar al alumno a la lectura, se le aleja con métodos sospechosamente inadecuados. Obligar a leer el Quijote no es un método adecuado para fomentar la lectura, ni del Quijote en particular, ni de la lectura en general: leer y obligación son términos que no pueden ir juntos. Leer no es estudiar. Afortunadamente, este amigo no aborreció la lectura. Voy a intentar convencerlo para que se haga cofrade de Alonso Quijano. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario