domingo, 9 de junio de 2013


Muchas veces he oído decir que lo importante es el mensaje del mesías político del momento. Estoy en completo desacuerdo: el problema es el mesianismo en sí, independientemente de lo que venda el charlatán iluminado de turno. La relación existente entre este personaje siniestro y el pueblo es completamente insana, repleta de servidumbre voluntaria, que es la peor de las servidumbres. El mesianismo infecta la política de misticismo y superstición. La política debe ser una tarea cotidiana y racional (puramente terrenal), en vez de un espectáculo siniestro donde nos encontramos con un elegido, redentor, rodeado, no de ciudadanos, sino de fanáticos adoradores.

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