lunes, 22 de julio de 2013

El profesor entra en el aula, saluda con un rutinario “Buenos días”, saca de su cartera una imponente Glock y la coloca sobre su mesa. Sus alumnos se quedan petrificados cuando ven la pistola, tan rotunda como inesperada. El profesor se acerca a la pizarra y la limpia con el borrador. Una vez que ya no queda ni rastro de tiza, se gira y exclama entusiasmado: “La lección de hoy versa sobre un hito histórico. A partir de ayer, el sagrado derecho que tenemos los ciudadanos de este glorioso país de portar armas como sistema de autoprotección personal nos confiere a nosotros los profesores de nuestra querida Dakota del Sur autoridad para impartir nuestras clases respaldados por una maravilla como la que está encima de mi mesa. Decid conmigo: Dios guarde a América”. 

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