Para Victoria
DUENDE
Hace una mañana espléndida. El poeta contempla a la niña que baila en
el tablao dispuesto para la ocasión. Sabe que es hija del cantaor que actuará
esa noche para inaugurar el primer festival de flamenco que se celebra en
Granada. En un momento dado, el rostro de la pequeña se contrae en una mueca de
profundo dolor, sus manos se aferran al aire, desesperadas, su cuerpo es como
un junco atormentado. Y Federico García Lorca, estremecido, anota en su
cuaderno: “El duende es eso que no puede ser y sin embargo es”.
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