miércoles, 10 de julio de 2013

PEQUEÑA ALEGORÍA

Pescar no es fácil. Pescar, lo que se dice pescar como es debido, requiere atención y pericia, pero, principalmente, requiere voluntad. Hay mucha gente que se pasa la vida yendo a pescar sin voluntad, y luego se quejan. Van a pescar con desgana, pero se fingen a sí mismos lo contrario. A la hora de pescar hay que ser capaz de reconocer cuándo la mar es propicia a la pesca, o cuándo trae más cuenta no sacar los trastos del coche. Hay que mantener cañas y sedales en condiciones óptimas. El cebo que utilicemos, no solo debe ser de la mejor calidad, sino que debe ser el idóneo para lo que pretendemos pescar. Algo muy importante es saber colocar dicho cebo idóneo en el anzuelo, de tal forma que cumpla su función: engañar a los peces para que queden enganchados en el anzuelo, y no alimentarlos gratuitamente durante toda una tarde, por muy buena que sea esa tarde, meteorológicamente hablando, y que después se vayan de rositas, carcajeándose en nuestros morros. Luego viene lo de lanzar la caña a una distancia adecuada. (He conocido buenos pescadores que le dan mucha importancia a esta cuestión). Una vez que el anzuelo bien cebado está en el agua, solo resta algo fundamental, depreciado por los que pescan por pescar (y luego se quejan, insisto): permanecer alerta para tirar de la caña cuando sintamos que el pez ha quedado enganchando en el anzuelo. Los pescadores desganados se quedan dormidos, por eso suelen volverse de vacío a sus respectivas casas. Sus mujeres sonríen al verlos llegar. (Las mujeres sonríen mucho con las cosas de los hombres). En ocasiones, estos pescadores chapuceros van a pescar lubinas, por ejemplo, y pescan un móvil 3G, y se ponen muy contentos, aunque ya tengan un móvil 4G. Por último, confieso que yo no he ido a pescar en mi vida, ni pienso ir, pero si alguien intenta engañarme hablando de pesca, lo calo al segundo. Porque como dice la mítica canción, yo, nací en el Mediterráneo. 

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