Queda poco para que el juicio a José Bretón quede visto para sentencia.
Este tipo de crímenes reabren el debate sobre dos tipos de sanciones durísimas:
la cadena perpetua y la pena de muerte. A mí me gusta escuchar lo que dice la
gente por la calle. Me gusta oír los latidos del corazón de la calle. Con
respecto a José Bretón, el corazón de la calle se desboca de rabia, se llena de
indignación frente a un crimen repulsivo, el crimen más horrendo que pueda
cometer un padre. Cuando yo no tengo claro un asunto, como en este caso, me
limito a preguntar, para que me iluminen los que saben. Si mañana por la mañana,
por ejemplo, nos encontramos con la condena a muerte de José Bretón en la
portada del periódico que leemos habitualmente, suponiendo que leamos alguno, ¿qué
pensaríamos? ¿Pensaríamos que es una sentencia desproporcionada? ¿Pensaríamos
que es una sentencia civilizada? ¿Es más civilizado enterrar en vida a este
hombre, condenándolo a prisión perpetua, que fusilarlo sin más? Como es
probable que a José Bretón le caigan 40 años de cárcel, aproximadamente, y como
en España la cárcel tiene un carácter rehabilitador, vuelvo a preguntar, ¿en
qué consiste la rehabilitación de un hombre que ha asesinado a sus hijos en un horno crematorio?
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