DÍAS DE GLORIA
Y ocurrió algo insólito: el partido defensor de la pureza ideología revolucionaria,
minoritario, dogmático y resentido, el
partido de las grandes palabras inmaculadas, crítico feroz del sistema económico-político vigente en el país, por
considerarlo corrupto y falazmente democrático, obtuvo un respaldo enorme en
las últimas elecciones, un respaldo gigantesco comparado con su exigua
representación parlamentaria hasta entonces, que lo convirtió, de la noche a
la mañana, en un partido verdaderamente poderoso. Sus dirigentes estaban
exultantes, levitaban por las calles, celebrando un resultado electoral tan espectacular
e inesperado. Desde el primer día de la flamante legislatura, el portavoz del ahora
influyente partido encomió el sistema económico-político vigente en el país, porque, ahora sí, declaró satisfecho, manifestaba un carácter verdaderamente
democrático; tan democrático, proclamó emocionado, que había hecho posible que su
partido, el verdadero partido del Pueblo, obtuviera la cuota de poder merecida,
tanto tiempo denegada por unos votantes que, por fin, se habían comportado como
ciudadanos maduros y responsables en su cita con las urnas.
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