martes, 3 de septiembre de 2013

DÍAS DE GLORIA


Y ocurrió algo insólito: el partido defensor de la pureza ideología revolucionaria, minoritario, dogmático y resentido, el partido de las grandes palabras inmaculadas, crítico feroz del sistema económico-político vigente en el país, por considerarlo corrupto y falazmente democrático, obtuvo un respaldo enorme en las últimas elecciones, un respaldo gigantesco comparado con su exigua representación parlamentaria hasta entonces, que lo convirtió, de la noche a la mañana, en un partido verdaderamente poderoso. Sus dirigentes estaban exultantes, levitaban por las calles, celebrando un resultado electoral tan espectacular e inesperado. Desde el primer día de la flamante legislatura, el portavoz del ahora influyente partido encomió el sistema económico-político vigente en el país, porque, ahora sí, declaró satisfecho, manifestaba un carácter verdaderamente democrático; tan democrático, proclamó emocionado, que había hecho posible que su partido, el verdadero partido del Pueblo, obtuviera la cuota de poder merecida, tanto tiempo denegada por unos votantes que, por fin, se habían comportado como ciudadanos maduros y responsables en su cita con las urnas.

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