miércoles, 4 de septiembre de 2013

Los perturbados siempre prestos a poner etiquetas despreciativas a las personas que no piensan como ellos, resultan insoportables, irrespirables, independientemente de que sus férreas etiquetas tilden a la izquierda o a la derecha. Los herejes discrepantes etiquetados por estos seres totalitarios quedan despojados automáticamente de las múltiples dimensiones que constituyen la personalidad de todo ser humano, y son reducidos a objetos inservibles, prescindibles, condenados a permanecer en oscuros desvanes de la existencia, cuando no suprimidos inmediatamente.

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