Para Vega
Cerezo,
por el comienzo de una gran amistad.
LA DAMA
Cuando su adversario toma con mano firme su preciada dama, estallan en su memoria estas dolorosas palabras:
-Ya no te quiero. Adiós. –vuelven a sentenciar, terminantes, aquellos ojos verdes irrepetibles en mitad del inhóspito andén.
Entonces, el jugador de ajedrez, encarnación de la derrota, tumba su
rey, estrecha la mano de su oponente, se levanta, y limpiándose con disimulo
una lágrima imperceptible y rebelde, abandona la sala de juego.
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