Aterradas, gimen las bellas palabras; subyugadas, malviven las nobles
palabras. Y si en un arrebato de luminoso coraje intentan levantar el vuelo, son
abatidas, ay, tan fácilmente, por los infames asesinos de cometas, implacables francotiradores
apostados entre los escombros de este país arruinado, tomado por las sombras. Y
la muerte de todo aquello que permite al hombre elevarse por encima de sí mismo
reina en las calles, exhibiendo, descarada, sus devastadores colmillos.
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