Para Ernesto Mallo
Yo también sentí esa oscura atracción por los bajos fondos. El peligro
y su inexplicable excitación. El clímax que se apodera del turbio local, y pone
un nudo en la garganta (es todo un arte mostrarse impasible mientras te recorre
un escalofrío por la espalda), cuando un tipo con la mirada tan perdida como su
puta vida rompe una botella contra la barra y reta a alguno de los fantasmas
que habitan en su mente psicopática… Aprender lo antes posible que si eres tan
imbécil como para pedir las cosas por favor te toman por chivato de la pasma. Aprender
a ir armado convenientemente para no acabar como un pringao de mierda, teniendo
siempre presente que el cuchillo es preferible a la navaja (un pestañeo de
menos es vital), y que el contrario debe sentir su fuego helado
irremediablemente, a ser posible por debajo del ombligo, sin verlo venir. Porque
en esos ambientes, amigo mío, la mejor educación es salvar el pellejo.
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