jueves, 10 de octubre de 2013

SARAJEVO, 1994


De riguroso luto, las sufridas madres, pasan agachadas y presurosas, aterradas, como temblorosas sombras chinescas, para ir a comprar una elemental hogaza de pan que aplaque momentáneamente a la bestia que muerde sus tripas y las de sus fragilísimos hijos, por delante del edificio en donde se encuentra atrincherado el temible francotirador serbio, que (ellas no lo saben) en esos precisos minutos (preciosos para ellas) ha hecho una pausa para fumar tranquilamente, con delectación, el único cigarrillo que le queda.

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