jueves, 31 de octubre de 2013

Si un sindicalista baja a la mina junto con sus compañeros, resulta creíble cada vez que abre la boca para dirigirse a ellos, que lo ven sudar en cada heroica jornada laboral. Resulta creíble, repito, porque sus palabras quedan respaldadas por su comportamiento ejemplar de verdadero compañero sindicalista (entre los mineros, el significado de la palabra compañero aún coincide con el que recoge el diccionario de la RAE), que no podrá ser acusado de afiliarse al sindicato de turno para escurrir el bulto y no bajar al durísimo tajo. Los mineros, como hombres maduros que son, prestan atención a los actos, y después a las palabras. 

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