sábado, 9 de noviembre de 2013

El humorista pretende que los espectadores piensen con una sonrisa en los labios. Recuerdo que mi padre, mi hermano y yo reíamos hasta las lágrimas cada vez que veíamos la disparatada escena del camarote, perteneciente a la película Una noche en la ópera, interpretada por los  hermanos Marx. Creo conveniente destacar que es más demencial el comportamiento de quien insiste en entrar en un lugar atestado de gente, que el de la persona que invita a entrar a dicho lugar inhabitable. Si alguien cree que esta memorable escena no tiene relación con la realidad, le puedo asegurar que he visto a gente obstinarse en entrar, y permanecer, en un local en el que no cogía un alfiler, pudiendo hacerlo cómodamente en otro que, justo al lado, estaba prácticamente vacío. Y no siempre estaban borrachos…

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