Ese personajillo repelente que yo llamo “comelibros” engulle páginas sin miramientos (suele acariciarse
la perilla mientras perpetra este crimen), despreciando soberanamente aquel
consejo de Unamuno: “Es conveniente leer mirando al cielo”. Es decir, es
conveniente leer y pensar sobre lo que se lee. Y yo añado: el libro no sirve
para suplantar la realidad que nos ha tocado vivir, sino para interpretarla
sabiamente.
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