domingo, 3 de noviembre de 2013

Reconozco que me quedo estupefacto ante la insondable maldad de unas personas que, según todos los indicios judiciales, se reconciliaron con la única e infame intención de acabar vilmente con la vida de su hija adoptiva. Me produce escalofríos este comportamiento espantoso. Siento que se tambalean dentro de mí las cuatro certezas vitales con las que aún voy tirando. ¡Qué miedo, joder!

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