Uno de los defectos más estúpidos de la democracia, un auténtico suicidio, es permitir que las serpientes que
quieren destruirla puedan alcanzar puestos de poder. No, señor. Si usted quiere
acabar con el sistema de libertades que representa la democracia, sus
siniestras aspiraciones político-destructoras quedan PROHIBIDAS de manera
terminante y sin el más mínimo complejo o remordimiento. Ya es tarde: la bicha está en el nido...
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