En ciertas ocasiones de oscuridad vital sentimos el vehemente deseo de ser
otros, más ricos, más guapos, más altos, más inteligentes: nos gustaría escapar de nosotros mismos… Justamente lo
contrario de lo que sentimos cuando contemplamos, o acariciamos, la belleza: nos
singularizamos de tal forma durante ese gozo estético, luminoso y fascinante, que no deseamos
cambiarnos por nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario