lunes, 9 de febrero de 2015

FALCIANI

Independientemente de la utilidad de la información revelada por Falciani: muy útil porque pone de manifiesto el verdadero patriotismo de determinados golfos, aclamados a los largo y ancho de este país de pandereta, (véase Fernando Alonso, por ejemplo), detesto a los chivatos, por la sencilla razón de que un chivato no es una persona de fiar, ya que la experiencia me ha enseñado que su soplo está fundado en razones que nada tienen que ver con las que él esgrime, siempre humanitarias y decentes, faltaría más… Cuando yo era pequeño, a los chivatos los poníamos a vivir, independientemente, insisto, de que su denuncia fuese beneficiosa para el grupo. Lo escuchábamos con una gran sonrisa y después “no volveremos a juntarnos contigo”, decíamos en el barrio obrero de Cartagena, donde llevo viviendo 42 años. Este personajillo no tenía cojones a seguirnos: además de no ser de fiar, el soplón mancha sus calzoncillos (sí, en esa época las niñas estaban separadas de los niños, lamentablemente) justamente en el momento en que la cosa se pone un poco jodía… Dicho esto, seguro que alguien me acusará de cobrar de la familia Botín. Me importa una mierda.  

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