Gente que cuando dice “la gente” sólo se incluye si se trata de su
gente, que, por supuesto, es muy buena gente.
El abanderado no ve la bandera que porta, a no ser que levante la
cabeza; pero no lo hace porque sabe que corre el riesgo de tropezar.
Nos pasamos la vida hablando del tiempo, y luego nos quejamos de que
nos falta tiempo.
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