domingo, 6 de septiembre de 2015

“Chulesco, luego existo”, salió arrastrando ruedas con su chatarra negra; furioso, como si fuera un tipo duro de Brooklyn que no sabe dónde está Brooklyn, mientras mi compadre Ángel y yo ocupábamos tranquilamente la plaza de aparcamiento que al “viceverso” se le había escapado. Volvió en sentido contrario para mirarnos cual perdonavidas de reality, pero le aguantamos la mirada cual piratas sedientos de cerveza y carne trémula y noctámbula. Como dijo el genio: “fuese y no hubo nada”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario