lunes, 16 de noviembre de 2015

A falta de vocación, nos pegaba. Mi padre, midiendo muchísimo menos que él, le advirtió que si volvía a abofetearme lo pagaría caro. Era un gigantón energuménico tirando a sádico. Un mamarracho que disfrutaba acariciando su preciosa flauta de madera… Como yo no aspiro a la santidad, le deseo una muerte lenta, lentísima, y dolorosa.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario