lunes, 28 de diciembre de 2015

CREDO

Creo en la soledad y en el silencio.
Creo en las distancias cortas (yo me ducho todos los días),
y en las manos largas si hay piel en el horizonte.
Creo en la amistad si corre el aire,
en las buenas intenciones con cuidado e inteligencia,
en las medallas que otorga el tiempo,
que, paradójicamente, brillan por su ausencia.
Creo en ti, que me amaste tanto y a pesar de mí
que, niñato de mierda, no supe amarte. Perdón.
Creo en la cerveza y sus risas colaterales.   
Creo en la lealtad y sus ladridos elocuentes.
Creo en los libros que nunca se me caen de las manos,
aunque vuelva a ellos una y otra vez. Bendito seas, amigo Monterroso.
Creo en las armas contra los que quieren matar las letras.
Creo en el poder que ama sus límites y
en los políticos que no hacen ruido ni se empeñan en salvarme.
Creo en mi sobrino Saúl, insaciable de vida y de preguntas.  
Creo en las mujeres que se miran al espejo y sonríen
pícaras y enigmáticamente desnudas.
Creo en la turbia realidad y sus matices antes que en la verdad,   
a menudo gélida, distante, afilada e inservible.
Creo en ti que me saludas por la calle aunque no sepas mi nombre.

Gracias. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario