CREDO
Creo en la soledad y en el silencio.
Creo en las
distancias cortas (yo me ducho todos los días),
y en las manos largas
si hay piel en el horizonte.
Creo en la amistad si
corre el aire,
en las buenas
intenciones con cuidado e inteligencia,
en las medallas que otorga
el tiempo,
que, paradójicamente,
brillan por su ausencia.
Creo en ti, que me amaste
tanto y a pesar de mí
que, niñato de mierda,
no supe amarte. Perdón.
Creo en la cerveza y sus
risas colaterales.
Creo en la lealtad y
sus ladridos elocuentes.
Creo en los libros
que nunca se me caen de las manos,
aunque vuelva a ellos
una y otra vez. Bendito seas, amigo Monterroso.
Creo en las armas contra
los que quieren matar las letras.
Creo en el poder que
ama sus límites y
en los políticos que
no hacen ruido ni se empeñan en salvarme.
Creo en mi sobrino
Saúl, insaciable de vida y de preguntas.
Creo en las mujeres que
se miran al espejo y sonríen
pícaras y enigmáticamente
desnudas.
Creo en la turbia realidad
y sus matices antes que en la verdad,
a menudo gélida,
distante, afilada e inservible.
Creo en ti que me
saludas por la calle aunque no sepas mi nombre.
Gracias.
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